En francés, además de “censurer”, existe el verbo “caviarder” que viene del caviar. En la Rusia zarista del siglo XIX, los censores usaban tinta negra espesa, similar al caviar, para tachar fragmentos de textos incómodos. Así, los documentos censurados parecían salpicados con caviar, lo que dio lugar a este verbo que hoy se encuentra en los diccionarios.
Hace unas semanas, la palabra “censura” se escuchó con fuerza en México a propósito de la iniciativa de Ley de Telecomunicaciones que incluye medidas preocupantes, como el bloqueo de plataformas. Y aunque el gobierno ha prometido retirar ese punto, el debate debe ser integral: la censura toma formas muy diversas y también se ejerce desde otros centros de poder.
Una fotografía de hechos recientes y simultáneos en México: El Tribunal Electoral de Tamaulipas ordenó a EL UNIVERSAL y al periodista Héctor de Mauleón retirar un artículo respecto de una red de corrupción y huachicol en ese estado. Esta resolución convierte una opinión en propaganda negativa, sienta un precedente judicial riesgoso y socava la libertad de expresión.
En paralelo, el caso del ciudadano obligado a disculparse públicamente ante el senador Fernández Noroña en ese recinto legislativo tras increparlo en una sala VIP del aeropuerto, ilustra también una forma de censura cuando una institución democrática se usa para humillar al disidente y blindar al político. La escena transmite un mensaje intimidante: cuestionar a una figura poderosa puede tener consecuencias humillantes, y eso desincentiva la crítica.
La censura puede también tomar la forma de silencio. Tras el caso TelevisaLeaks, que reveló pactos entre Televisa y el poder político, hubo una omisión notoria: casi ningún medio ha abordado el tema con profundidad y los aludidos han callado. Esta autocensura no se explica por ignorancia, sino por miedo o cálculo. Criticar a Televisa puede significar perder espacios, favores, anunciantes, empleo o incluso ser expuesto. Así, la censura estructural opera sin necesidad de coacción directa.
En paralelo, la CIRT lleva años promoviendo un modelo de autorregulación sin supervisión externa respecto a los derechos de las audiencias donde los concesionarios actúen como juez y parte. En efecto, tampoco es deseable trasladar un duro control sobre esto al Ejecutivo, quien podría ejercer una influencia indebida en los contenidos. Por ello habría que buscar una alternativa más equilibrada como el modelo mixto de la Directiva Europea de Servicios Audiovisuales, que combina autorregulación con vigilancia por parte de órganos independientes.
A todo esto, se suman los ataques cotidianos desde el poder. La presidenta Sheinbaum, desde sus conferencias matutinas, ha mantenido la práctica de señalar a medios y periodistas críticos, como ya lo hacía su antecesor. Este uso del púlpito presidencial para desacreditar voces incómodas genera un clima de hostilidad que inhibe el trabajo periodístico y puede derivar en ataques más graves contra la prensa.
Así, la censura en el país no opera desde un solo frente: es estatal, empresarial y, en muchos casos, voluntaria. Cuando jueces, funcionarios, medios y figuras públicas alinean sus intereses para evitar la crítica, la libertad de expresión se vuelve un terreno cada vez más estrecho. La anatomía de la censura mexicana no es un monstruo con una sola cabeza, sino una red de silencios, miedos, presiones y lealtades que impiden hablar con libertad. Quizás ha llegado el momento de que el español también incorpore el verbo caviardear para nombrar con precisión lo que se quiere esconder o callar.
Abogada, presidenta de Observatel y comentarista de Radio Educación.X y Threads: @soyirenelevy